miércoles, marzo 18, 2009

El bosque en el que se perdió Conafor

En torno de la renuncia de José Cibrián, titular de la Comisión Nacional Forestal (Conafor) hay mucho más que las protestas por el programa ProÁrbol.

En el fondo, lo que está ocurriendo es una guerra interna de quienes llegaron a la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales por su militancia blanquiazul, que están en pugna con técnicos y miembros de grupos políticos que han trabajado en el sector desde hace décadas.

De hecho, la de Cibrián no es la primera cabeza que se cobran los panistas de Semarnat. Hace un par de años, por ejemplo, consiguieron entrampar en un juicio de inhabilitación al ex director general de Vida Silvestre, Felipe Ramírez. Según los que conocen bien el caso, Ramírez está esperando la resolución final del proceso como quien espera a Godot, ya que es "víctima de una sanción exagerada" que no se sostendrá, pero que las presiones mantienen en vigor, en una condición de provisionalidad constantemente alargada.

En el caso de Cibrián, fuentes internas de Semarnat piensan que cometió el error de tratar de operar ProÁrbol, una “ocurrencia presidencial que estaba mal planteada desde el principio”, lo que permitió a “los panistas de la Secretaría” montarse en las protestas de las organizaciones ecologistas “para deshacerse de él”. El temor de muchos es ahora que en su lugar quede alguien más preocupado por defender los intereses de la industria maderera que por proteger los bosques del país.

Revisando la historia de ProÁrbol queda la impresión de que se usó el fracaso anunciado de una política forestal para abrir un nuevo espacio en la Secretaría de Medio Ambiente.

Árbol que nace torcido

Los problemas de ProÁrbol se hicieron patentes desde el principio del sexenio, y las denuncias no tardaron en aparecer. El Grupo Bosques, por ejemplo, advirtió el 3 de diciembre de 2006, dos días después de la agitada toma de posesión de Felipe Calderón como presidente, que el programa adolece “de un análisis de las condiciones regionales y se desarrolla en ausencia de una planeación comunitaria”.

Desde entonces se denunció también que enfocarse en árboles plantados no daría resultados, y que la política forestal debía centrarse en hectáreas recuperadas. Fue el mismo secretario de Medio Ambiente, Juan Elvira, quien, en entrevista con Excélsior del 29 de enero de 2008, lo explicó mejor: “Se plantan en promedio mil árboles por hectárea. Mil árboles adultos no cabrían nunca en una hectárea, caben 100; entonces va haciéndose la selección natural y van creciendo los más fuertes y resistentes”.

Lo dicho por Elvira resume un hecho conocido: con un programa como ProÁrbol, que sembró, según Conafor, 286 millones de árboles el año pasado, se recuperaron 286 mil hectáreas, mientras que, según la Organización de la ONU para la Agricultura y la Alimentación (FAO), México pierde medio millón de hectáreas anuales.

Las posibilidades de Cibrián de hacer exitoso un programa así eran todavía menores porque no controlaba las delegaciones estatales de Conafor. Al igual que ocurre en muchas secretarías, varios delegados fueron nombrados directamente por el ex secretario de Gobernación Juan Camilo Mouriño. Eso quiere decir que quien operó los recursos de ProÁrbol no respondía necesariamente a las órdenes de su superior formal, sino a otros intereses.


Y el bosque ardió

El desastre que es ProÁrbol terminó de hacerse patente cuando, el 14 de octubre de 2008, Greenpeace hizo público un estudio según el cual “sólo sobrevivirá el 7.6% de lo plantado” en el marco del programa. La respuesta de Conafor llegó al día siguiente, en un comunicado en el que contradecía a Greenpeace –y a Elvira, de paso– diciendo que sus propios estudios arrojaban que la mitad de los árboles sobreviviría. Lo mismo afirmó la ONG Pronatura, que supervisó la evaluación del programa que realizó el Colegio de Posgraduados.

La respuesta no fue suficiente y ONG y políticos de todos los colores pusieron el grito en el cielo.

A Cibrián, pese a todo, le quedaba un respiro, pero sólo le duró tres meses. El 14 de enero de 2009, un diario nacional afirmaba en primera plana: “Fracasa ProÁrbol”, recogiendo las denuncias de las ONG. Menos de ocho semanas después, la estocada final la dio la Auditoría Superior de la Federación. Según los datos que presentó en el Informe sobre la cuenta pública de 2007, el gobierno federal no había logrado la meta de reforestar 400 mil hectáreas y a pesar de ello aumentó sus expectativas en 160 mil hectáreas más “para justificar el compromiso que el Ejecutivo Federal asumió ante la ONU”.

El todavía titular de Conafor se defendió el 13 de marzo arguyendo que las reglas de operación le daban un plazo de dos años para cumplir esas metas, pero su suerte estaba echada. El lunes por la noche, Conafor publicó en su página de internet un comunicado anunciando su renuncia.

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