miércoles, diciembre 15, 2010

Existen en México miles de comunidades que poseen y se encargan de los bosques y que han constituido empresas forestales sostenibles y prósperas

Reforma Luis A. Ubiñas / Colaborador invitado,

Ciudad de México (29 noviembre 2010).- Durante las próximas semanas, Cancún será anfitrión de la reunión mundial para encontrar soluciones al cambio climático.

En estas negociaciones México tiene una gran lección que compartir con otros países para combatir el calentamiento global provocado por la deforestación de los bosques, que es fuente de la quinta parte de todas las emisiones de gases de efecto invernadero, más que las generadas por todo el sector de transporte mundial.

Algo que la mayoría de los mexicanos desconoce es que más del 60 por ciento de los bosques del país son propiedad de comunidades y ejidos, y que en los últimos años, México se ha convertido en el líder mundial del manejo forestal sustentable, no por resguardarlos tras letreros que impiden el paso, sino por haber reconocido a las comunidades locales derechos de propiedad y de gestión.

Mucha gente cree que los bosques son espacios vacíos e inmaculados, sin habitantes ni actividades comerciales, cuando en realidad albergan a cientos de millones de hombres y mujeres en todo el mundo que viven de ellos. Para esas personas, muchas de ellas pertenecientes a diversas tribus y pueblos indígenas, los bosques son proveedores de alimentos, energéticos, medicinas, vivienda e ingresos.

La experiencia mexicana de manejo forestal sustentable, que incluye el desarrollo económico basado en los derechos de las comunidades sobre los bosques, constituye un modelo que otros países pueden y deben seguir, puesto que se ha demostrado que otorgar a las comunidades forestales la tenencia y la gestión de sus bosques representa quizás el mayor incentivo imaginable para protegerlos y conservarlos.

Sin temor a exagerar, existen en México miles de comunidades que poseen y se encargan de los bosques y que han constituido diversas empresas forestales sostenibles y prósperas.

Ejemplo de ello es la comunidad de Ixtlán de Juárez, Oaxaca, al sur del país. Gracias al reconocimiento de la tenencia local, los miembros de la comunidad han creado lo que en palabras de un observador constituye "un innovador modelo de capitalismo comunitario": mantienen un aserradero, construyeron un vivero de grandes dimensiones, venden servicios ecoturísticos y se han asociado con comunidades vecinas para emprender un negocio de muebles de madera. Estas empresas generan decenas de empleos, detienen la migración y evitan la tala ilegal.

Con todo, lo mejor es que la silvicultura comunitaria conlleva el potencial de frenar el calentamiento global por disminuir la deforestación, como lo demuestra un estudio realizado en 2009 y publicado por la Academia Nacional de Ciencias de Estados Unidos, que analizó 80 bosques de Asia, África y Latinoamérica. El estudio encontró que brindar a las comunidades la oportunidad de ejercer mayor control sobre los bosques disminuye las emisiones de carbono al conservar los bosques con la misma efectividad que las áreas protegidas.

La reunión de Cancún que se llevará a cabo puede generar nuevos avances con base en estos conocimientos. Uno de los principales temas de la agenda será la iniciativa de "Reducción de emisiones generadas por la deforestación y la degradación forestal (REDD)", que podría ofrecer incentivos para disminuir las emisiones de gases de efecto invernadero provenientes de áreas forestales.

Será vital que las naciones que asistan a Cancún garanticen que una porción significativa de los fondos se dedique a impulsar los derechos de tenencia de las comunidades y a la promoción de la silvicultura comunitaria en países como Indonesia y naciones de África Central, siguiendo el ejemplo mexicano.

Mi experiencia con la Fundación Ford me ha enseñado que aun en los países más pobres, una pequeña inversión en silvicultura comunitaria genera enormes dividendos, como en Guatemala, donde los bosques de gestión comunitaria empiezan a detener la deforestación, o en Brasil, donde los indios Kayapo conservan bosques que de otra manera caerían en manos de ganaderos y taladores.

Poder lograr un desarrollo económico sustentable al tiempo que se previene la deforestación constituye una oportunidad muy poco frecuente que beneficia tanto a los pueblos indígenas como a la lucha contra el calentamiento global.

En este momento, cuando dicha batalla es más apremiante que nunca, la experiencia de México en silvicultura comunitaria demuestra que contamos con los medios necesarios para revertir esa tendencia.

El autor es presidente de la Fundación Ford.

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