Noticias, del Banco Mundial
22 de abril de 2010 ─ Más de 1.000 millones de personas en todo el planeta se van a dormir con hambre cada noche— una cifra incrementada por la crisis de precios de los alimentos de 2007-08.
Si bien los picos de precios mundiales están disminuyendo, las reservas de granos siguen siendo bajas y se prevé que los precios de los alimentos serán, en promedio, entre 10% y 20% más altos en el período que finaliza en 2018, en comparación con el promedio para 1997-2006. La volatilidad de los mismos―influenciados por los precios volátiles de los combustibles―sigue afectando a los agricultores de las naciones desprotegidas desde el punto de vista alimentario, quienes a menudo no cuentan con los equipos necesarios para proteger sus cosechas de la incertidumbre de los mercados.
En este contexto, el Grupo del Banco Mundial aceptó convertirse en miembro del consejo de administración de un nuevo fondo destinado a reducir la pobreza y el hambre mundiales, que centrará su atención en la agricultura y la seguridad alimentaria.
Estados Unidos, Canadá, la República de Corea y la Fundación Bill y Melinda Gates proveerán en conjunto unos US$900 millones para el Programa Mundial de Seguridad Alimentaria y Agricultura (GAFSP, por sus siglas en inglés). El Banco Mundial oficiará como depositario y sede de una unidad de coordinación del fondo y si se le solicitó servir como una entidad supervisora.
Los orígenes del nuevo fondo se remontan a la reunión del Grupo de los Ocho+Cinco (G-8 más cinco economías emergentes) en L’Aquila, Italia, en julio de 2009, en la cual los líderes comprometieron la entrega de más de US$20.000 millones para fomentar la agricultura y la seguridad alimentaria. Luego, en septiembre de 2009, los líderes de la cumbre del Grupo de los Veinte (G-20) en Pittsburgh recurrieron al Banco Mundial para que “trabaje con organizaciones y donantes interesados para crear un fondo fiduciario multilateral que amplíe la asistencia en temas agrícolas a los países de ingreso bajo”. El GASFP administrará algunos de los recursos prometidos originalmente en L’Aquila.
El objetivo de este fondo consiste en colocar a los países en desarrollo al frente de estas iniciativas, de modo que dispongan del financiamiento para fomentar la producción y productividad agrícolas y proveer seguridad alimentaria a sus habitantes. La esfera de acción del GASFP incluirá: realizar más esfuerzos para conectar a los agricultores con los mercados, reducir los riesgos y la vulnerabilidad frente a los acontecimientos climáticos y los efectos sobre los ingresos, mejorar los medios de vida no basados en la agricultura de las poblaciones de las áreas rurales y proveer asistencia técnica para ayudar a los Gobiernos a enfrentar la inseguridad alimentaria.
“El hecho de que un sexto de la población mundial padezca hambre todos los días demuestra que la crisis de los alimentos sigue siendo muy real y plantea una importante carga económica para los países en desarrollo, en especial en África al sur del Sahara”, dice Robert B. Zoellick, presidente del Grupo del Banco Mundial. “La coordinación y la cooperación son vitales para fomentar la productividad agrícola y conectar a los agricultores con los mercados, debido a que esta actividad es, en la actualidad, el principal medio de subsistencia para alrededor del 75% de los pobres en todo el mundo".
La ayuda a las zonas rurales de las naciones en desarrollo pobres constituye un aspecto clave –la población rural representa el 75% de los desposeídos en el mundo– dado que dependen en gran medida de la agricultura como medio de vida. Asimismo, las mujeres son otro punto fundamental de atención debido al papel importante que desempeñan en el trabajo agrícola y en el cuidado primordial de las familias.
El fondo estará integrado por dos componentes principales para fomentar la seguridad alimentaria: uno para los países y el otro destinado a aumentar la inversión privada en agricultura.
“Lo que más necesitan los pobres son empleos, y la agricultura es la manera más rápida de crear empleos en el sector privado y aumentar los ingresos de las personas”, señala Ngozi Okonjo-Iweala, directora gerente del Grupo del Banco Mundial. “Esto es particularmente cierto para las mujeres y las niñas. Pero para que sea sostenible, tenemos que ayudar a conectar a los agricultores con las cadenas de producción y distribución mundiales”.
La iniciativa para constituir el nuevo fondo –con dinero procedente de países donantes y fundaciones privadas– se presenta en un momento en que los hogares de los países afectados por la crisis enfrentan difíciles opciones. Muchos redujeron sus niveles de consumo de alimentos, cambiaron sus elecciones por comidas más económicas y de menor calidad o postergaron gastos esenciales en salud y educación. Según el Instituto Internacional de Investigaciones sobre Políticas Alimentarias, se necesitará una cifra adicional de US$14.000 millones por año de inversión en agricultura en los países en desarrollo para cumplir el objetivo de desarrollo del milenio de disminuir a la mitad el hambre y la pobreza para el año 2015.
Fuera de la crisis, ayuda inicial
Por su parte, el Banco Mundial está trabajando mucho desde 2008 para ayudar a los países a enfrentar el impacto inicial sobre los pobres de los elevados precios de los alimentos. Ese año el Banco lanzó su Programa para hacer frente a la crisis mundial de alimentos (GFRP, por sus siglas en inglés), que logró avances para proteger a las poblaciones desprotegidas en 37 países muy afectados.
Asimismo, la inversión en agricultura del Grupo del Banco Mundial sigue siendo una prioridad. La ayuda del Banco para la agricultura y el desarrollo rural aumentó desde un promedio de US$4.100 millones en los ejercicios de 2006-08 hasta US$7.300 millones en el ejercicio de 2009.
El GRFP, una iniciativa de vía rápida del Banco, por un monto de US$2.000 millones movilizó además US$337 millones de fondos externos, proporcionó semillas, fertilizantes y herramientas a casi 6 millones de hogares de agricultores para que mantuvieran sus cultivos durante la crisis. Además entregó ayuda directa para protección social relacionada con los alimentos, que incluyó la provisión de comidas escolares para los niños, programas de dinero en efectivo y alimentos a cambio de trabajo y suplementos nutricionales para 1,5 millones de personas a partir de fines de 2009.
La ayuda del GFRP llegó con rapidez a las poblaciones vulnerables; muchos países informaron mejoras dos años después del lanzamiento del programa.
En Nigeria, por ejemplo, se distribuyeron 4.000 toneladas métricas de fertilizantes a precios subsidiados a 33 cooperativas arroceras. El proyecto alcanzó en total a 20.784 hogares, y la recaudación neta por las ventas de fertilizantes se utilizará para poner a prueba un programa de redes de seguridad social. En Moldavia, la ayuda proveniente de donaciones se usará para proveer transferencias monetarias condicionadas a más de 1.645 instituciones ―orfanatos, escuelas de educación especial y jardines infantiles― para entregar comidas a los niños.
Una donación destinada a Senegal está ayudando al Gobierno a ampliar su Programa de Mejoramiento de la Nutrición, que provee transferencias monetarias condicionadas (para comprar alimentos) a las madres vulnerables de niños menores de 5 años. Etiopía está utilizando una donación del Mecanismo Alimentario de la Unión Europea, con el fin de ampliar un programa de redes de seguridad alimentaria para otros 293.000 beneficiarios.
“Los colegas del Banco Mundial actuaron con rapidez mediante el Programa para hacer frente a la crisis mundial de alimentos”, afirma Juergen Voegele, director de Agricultura y Desarrollo Rural del Banco Mundial. “Esta receptividad indujo a la comunidad internacional a hacer más. Esperamos trabajar con una amplia variedad de socios para ocuparnos de este problema crítico”.
Asimismo, el Banco Mundial apoya las iniciativas de seguros basados en índices climáticos de Bangladesh, Nicaragua, Burkina Faso, Kenya, Jamaica y Malawi. Y en más de 40 países se están desarrollando actividades analíticas y de asesoría relacionadas con la crisis alimentaria, entre ellas un estudio sobre los orígenes de la inflación en los precios de los alimentos en Etiopía.
El Banco sostiene que la agricultura es vital para el desarrollo. Las investigaciones demuestran que el crecimiento económico derivado de la producción agrícola es entre dos y cuatro veces más eficaz para reducir la pobreza que el originado en otros sectores. Estos hallazgos respaldan las razones para priorizar la inversión en esta área.
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