La Crónica Verde / 20 min. España. Por César Javier Palacios
La reconversión rural está decidida. La actual agricultura y ganadería tradicional, la de toda la vida, tiene los días contados. Jubilados o subvencionados hasta la improductividad, en pocos años no quedará nadie en el campo español. Con ellos desaparecerán alondras y avutardas, perdices pardillas y aguiluchos; también cientos de variedades de frutales y vegetales, de razas de ganado doméstico. Y toda nuestra cultura.
Acabo de participar en las Jornadas Medio Ambientales de la Isla Baja (Los Silos, Tenerife) y regreso a casa deprimido. Allí hablamos de turismo rural, de desarrollo sostenible, de convergencia entre el mundo rural y la conservación de la Naturaleza, pero cuanto más analizamos el futuro, más negro lo vemos.
Trabajar en el campo ya no es rentable, sale más barato comprarlo todo fuera. Y como consumidores tampoco estamos dispuestos a pagar más por los productos locales.
Agricultores y ganaderos están viéndose así relegados a meros jardineros del paisaje, ajenos a que su trabajo es fundamental para mantener una biodiversidad esculpida por nuestra civilización durante milenos, pura cultura tras una difícil adaptación al medio. No valoramos su importancia y les empujamos al abandono de sus actividades tradicionales, a la crisis, a la huida a la ciudad. Potenciamos el turismo sin darnos cuenta de que ese paisaje único que tanto apreciamos como hecho diferencial de cada lugar y nadie paga no existirá si la gente del campo lo deja de cuidar.
Es verdad, no todos los que viven en el medio rural contribuye al mantenimiento de la biodiversidad. Demasiada industrialización, venenos, pesticidas. Demasiadas subvenciones a cambio de nada, cuando lo lógico sería pagarles no por kilos producidos, sino por esos servicios ambientales de los que todos nos beneficiamos.
En lugar de ello estamos copiando el insostenible modelo de Canarias, donde el 98% de los alimentos y de la energía procede del exterior, donde el campo es apenas una ciudad dormitorio rodeada de cultivos abandonados. Con situaciones tan terribles como que aquí en Fuerteventura sea la Administración insular la encargada de arar y sembrar todos los años las tierras por razones meramente estéticas, pues ya no hay agricultura y la escasa cebada nacida se la comen después los conejos y las cabras.
La única alternativa es hacer que la vida en el mundo rural vuelva a ser atractiva y rentable para nuestros jóvenes. Pero dicho así parece imposible. Y sin embargo hay que intentarlo, nos va en ello el futuro ¿no os parece?
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