Portal del medio ambiente 07/01/2009
En los últimos 60 años los países del sur del mundo hemos incrementado significativamente nuestros índices demográficos. La mejoría en nuestras condiciones sociosanitarias han influido decisivamente para que nuestra población se multiplicara a un ritmo cada vez más acelerado. Estos aumentos de la población se concentraron fundamentalmente en las principales ciudades de nuestros países, produciendo en pocas décadas un colapso en la capacidad de servicios de éstas y un déficit cada vez mayor en la oferta de vivienda y de terrenos donde construirlas.
En las décadas de los años 80 y 90 del siglo pasado la llegada al poder de gobiernos afines y sumisos a la ideología neoliberal y el enorme peso que la deuda externa impuso a las economías de nuestros países hizo que la problemática de la vivienda se agravara dramáticamente. La construcción de viviendas e inclusive la planificación del urbanismo fueron abandonadas por los diferentes gobiernos, transfiriendo esta responsabilidad a la iniciativa privada y a la mano invisible del mercado, eufemismos con que en nuestros países se denomina a las monopólicas mafias de la construcción y a los gangsteriles negocios especulativos de la banca hipotecaria.
En Venezuela esta nefasta herencia aun no ha podido ser superada por los planes y desarrollos que en materia de vivienda y hábitat ha puesto en marcha la revolución bolivariana. Es claro que en un mundo que entra en una crisis sin retorno del modelo de consumo de energía vigente en los últimos 100 años, la costosa producción de materiales para la construcción de viviendas e inclusive el diseño y conceptualización de las mismas tiene que ser revisado y redefinido.
La durabilidad de los materiales de construcción actuales se obtiene a costa de un muy elevado gasto de energía: 1000 grados centígrados para producir cemento portland, 1700 grados centígrados para obtener el acero que se utiliza en la construcción, altos costos en fletes, etc. Este alto consumo de energía sumado a diseños inapropiados, no adaptados a nuestras condiciones climáticas, culturales y económicas, más la visión por parte del sector financiero de la problemática de la vivienda como uno de los negocios más lucrativos, con índices de retorno del capital invertido más rápido y tasas de ganancia más elevadas, han convertido la adquisición de una vivienda en un sueño casi inalcanzable para millones de hombres y mujeres de nuestros pueblos; situación en la que también yo, por cierto, me encuentro.
Las situaciones antes descritas parecieran indicar la necesidad de que se exploren nuevas (pero también viejas e injustamente olvidadas) posibilidades referidas a la construcción de viviendas, entre las que hay que destacar el barro y el bambú como materias primas de la construcción.
El barro ha sido utilizado para construir viviendas desde la época de los primeros asentamientos humanos. Es un material abundante, económico y de notables cualidades físico-estructurales que el esnobismo y la colonización cultural nos ha hecho olvidar y despreciar. El barro como material de construcción ha sido estigmatizado socialmente; se le asocia con pobreza y atraso; se le atribuye una supuesta fragilidad e inconsistencia que desmiente el hecho de que pirámides como la de Dahsur en Egipto, construida totalmente de barro hace ya más de 5.000 años, aun hoy se encuentra en un asombroso estado de conservación, lo mismo que la antigua ciudad de Cachan en el Perú, construida con barro hace aproximadamente 2.800 años, o largos trechos de la gran muralla china aun hoy en pie y funcional. También en el occidental estado de Falcón, su capital, Coro, declarada patrimonio histórico de la humanidad por la UNESCO, posee un casco histórico construido fundamentalmente de barro, en donde pueden verse majestuosas casas como la “casa de las ventanas de hierro”, perteneciente a la familia Tellería, que aun después de 300 años sigue maravillando y admirando a quien tiene el placer de recorrer sus pasillos, patios y habitaciones, y que hoy pide a gritos ser adquirida por el Estado venezolano para evitar su progresivo proceso de deterioro.
Entre las muchas cualidades y ventajas del barro como material de construcción tenemos:
Los adobes de barro (la palabra adobe parece provenir del árabe “atob” que significa cieno o lodazal, o de “atuba” que significa ladrillo) conducen poco el calor y actúan como equilibradores térmicos (absorben el calor del día y lo liberan poco a poco durante el frio de la noche y viceversa). Su capacidad de de aislamiento acústico es notable, y esta característica viene a ser de gran utilidad y beneficio a una sociedad golpeada por el estrés y por la cultura del ruido. El barro aísla de las radiaciones electromagnéticas, cosa que no hace el concreto. Es un material prácticamente incombustible, con un valor de ignición de F-180, esto significa que puede soportar el fuego durante 180 minutos sin arder.
Los muros y paredes hechos de adobes de barro son gruesos y su densidad es semejante a la del hormigón. Tiene una alta resistencia a los impactos y es totalmente ecológico y reciclable. Sus daños estructurales son fáciles de reparar y tanto el barro como la arcilla son protectores naturales en contra de hongos y bacterias, además de que como intercambian humedad con el exterior mantienen saludables niveles de humedad en el interior de las viviendas.
Hay que desechar la necia idea de que con barro sólo se pueden construir ranchos de bahareque; las señoriales mansiones de Coro y las fotografías de bellas casas de barro que en mi blog personal (joelsangronispadron.blogspot.com) coloco, desmienten esta aseveración.
Países como EEUU, Francia, España, Argentina, Uruguay y Chile, en los últimos años han visto un verdadero renacer de las construcciones de lujosas villas y hoteles 3 y 4 estrellas construidas con barro, que contradictoriamente con la mala percepción social que existe en nuestros países sobre ese material, sólo están al alcance de individuos de gran poder económico.
En Australia imponentes hoteles como el Kooralbyn en Queensland o la iglesia de Tomás Moro en el territorio de Western, están construidos con adobes de barro.
Países centroamericanos como Honduras, Costa Rica y El Salvador y sureños como Chile y Uruguay están instituyendo escuelas para la formación de maestros constructores en la técnica del barro.
En la Cruz de Taratara, en plena sierra falconiana, relativamente cerca de la ciudad de Coro, funcionaba hasta hace algunos años atrás (ignoro si aun funciona) una “Escuela del Barro”, donde ancianos albañiles de la región enseñaban técnicas ancestrales de fabricación de adobes de barro y construcción de viviendas con ellos. También la Corporación Venezolana de Guayana (CVG) a finales de los años 80 y principios de los 90 del pasado siglo, impulsó proyectos de construcción de viviendas (inclusive de dos plantas) utilizando el barro como principal materia prima.
Sólo utilizando materiales económicos, ecológicos y abundantes (como el barro), podrán los diferentes gobiernos de los países del mundo cubrir el déficit de más de 500 millones de viviendas que se calcula se necesitaran en el mundo en los próximos 20 años. Si el barro es el material ideal para paredes y rellenos de un nuevo tipo de vivienda popular, el bambú lo es para estructuras interiores y soportes.
El bambú (conocido también en Venezuela como Guadua o Guauda), es una gramínea que alcanza una gran altura (30 metros) y que por su extraordinaria dureza, flexibilidad y resistencia ha sido llamada “el acero vegetal”.
Su relación peso-resistencia es tal que sólo es comparable con la obtenida por las aleaciones de metales de la era espacial. Increíblemente el bambú tiene una resistencia a la tracción de 40 Kp/mm2, superior a la de la madera (5 Kp/mm2) y a la del acero de construcción (37 Kp/mm2).
El arquitecto colombiano Simón Vélez se ha convertido en una celebridad mundial por sus vanguardistas construcciones con bambú, entre los que se cuentan puentes, viviendas e inclusive el pabellón ZERI (Zero Emissions Research and Initiatives) de la feria tecnológica de Hannover, Alemania, en el año 2.000, construido íntegramente con este material.
Este pabellón fue el más visitado por el público y en él se presentó la computadora portátil “Ecobook”, fabricada con bambú por la compañía Asus.
Entre las más emblemáticas construcciones hechas con bambú en América Latina se encuentra la catedral de Pereira, en el eje cafetero colombiano, zona de gran actividad sísmica, un peligro para el que la flexibilidad y resistencia de las construcciones en bambú presentan grandes ventajas porque como dice el mismo Vélez, “el bambú no es sismoresistente, es más bien sismoindiferente”.
El bambú puede utilizarse ventajosamente como materia prima para producir laminados, machimbrado, pisos, gabinetes, paneles, etc, con una resistencia, durabilidad y elegancia infinitamente superior al plástico y a otros tipos de madera más costosas y menos ecológicamente sustentables.
Los bosques de bambú son muy abundantes en Venezuela, Colombia, Ecuador y Centroamérica. Contribuyen a la regulación y mantenimiento de los cursos de agua y a la conservación de las cuencas hidrográficas. Esta planta es un gran fijador de dióxido de carbono, (uno de los gases que producen el efecto invernadero), porque al ser utilizada o transformada su madera no libera a la atmósfera el gas retenido.
Un bosque de bambú se regenera cada 5 años sin necesidad de replantarlo, lo que lo hace altamente sustentable como materia prima de la construcción, al contrario de especies como el Cedro (20 a 25 años) y el Roble (75 a 80 años).
Desde hace algunos años Colombia está importando maquinaria, tecnología y asistencia técnica de Taiwán para utilizar el bambú como material de construcción. Ahora que Venezuela mantiene excelentes relaciones con la República Popular de China sería deseable que indagáramos las múltiples posibilidades que esta planta presenta en todo lo referente a la construcción de viviendas y la milenaria experiencia que los chinos poseen en esta área.
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