sábado, enero 17, 2009

“Siembran” dudas con ProÁrbol

El proyecto no salva al país de la deforestación y discrimina a campesinos, señalan especialistas

Juan Veledíaz
El Universal
Miércoles 14 de enero de 2009
juan.velediaz@eluniversal.com.mx

ProÁrbol, “el principal programa de apoyo al sector forestal” del presidente Felipe Calderón Hinojosa (según Conafor), no rescató a México del quinto lugar mundial en deforestación y al campo de la pobreza. Más de la mitad de lo plantado no fueron árboles, sino cactáceas, y 90% de lo sembrado en 2007 habría muerto. A dos años de su creación “se tiraron a la basura”, calcula Greenpeace, 2 mil 430 millones de pesos. El manejo financiero de ese dinero es cuando menos dudoso, acusan organizaciones ambientalistas, y aún el gobierno federal lo evalúa ya, a través del Colegio de Posgraduados. Naciones Unidas, en cambio, concedió al mandatario el Reconocimiento al Liderazgo Global por los resultados de ese programa.

Ilustra esta realidad el caso de Pioquinto Rodríguez, un campesino de 57 años, tesorero del comisariado ejidal de El Coto, en San Juan del Río. El hombre avanza entre los arbustos en busca de los árboles que sembró hace casi dos años; de las 90 plantas que esparció, sólo dos permanecen, aunque secas; del resto quedan agujeros en la tierra y las bolsas de plástico donde venían las plantas, las cuales fueron entregadas a los comuneros para reforestar semanas antes de la temporada de lluvias de 2007.

Desde entonces no han vuelto a traer, refiere, mientras pasea su mirada por la ladera del cerro Blanco, en cuyas faldas está el ejido. “Si se fijan en donde más cuerpo tiene la tierra, no hay nada. No valió, ¿verdad? No hay nada de árboles”, y añade, apuntando hacia la cumbre, “si no agarró aquí (lo sembrado), menos para allá arriba, que es donde está más seco y hay más piedras”.

En temporada de lluvias, explica don Pioquinto, las cosechas son abundantes porque las tierras bajas son propicias para maíz y frijol. Conduce a los reporteros a verificar qué quedó de los árboles sembrados por la comunidad, “sembramos aquí en medio de los arbustos para taparles el calor, ¡ni así hay arbolitos con vida!”.

Los ejidatarios se organizaron en cuadrillas cuando la Comisión Nacional Forestal (Conafor) les entregó pino, cedro blanco y eucalipto para reforestar 80 hectáreas donde en invierno los terrenos lucen pastizales y arbustos secos, sin que lo sembrado se lograra.

A Francisco Méndez Ramírez, quien en 2007 era presidente del comisariado ejidal y hoy es vocal suplente, le tocó recibir los envíos de árboles que el programa de reforestación nacional mandó. Nunca creyó que las plantas que les entregaron fueran a darse, porque de ese tipo no crecen en la zona. Para que se lograran, dice, había que regarlas en época de secas con pipas, algo que en la comunidad vecina de El Galindo hicieron, lo cual explica que les sobrevivieran unos arbolitos. “¿Imagina regar con pipa el cerro?”.


Cifras engañosas

Esta comunidad, con otras de Jalisco, Chihuahua, Puebla, Aguascalientes, Guanajuato, Morelos y Nuevo León, fueron parte de un muestreo que entre febrero y julio de 2008 realizó Greenpeace México, para evaluar el programa de reforestación de Conafor durante 2007. Encontró que 74% de lo sembrado había muerto a pocos meses de ser plantado y que sólo 8% de los árboles estaban en condiciones de sobrevivir hacia 2009.

La Conafor informó que durante 2008 estuvieron en proceso de reforestación 480 mil hectáreas en todo el país, por lo que, según la dependencia, se superó la meta planteada en enero pasado, sembrándose 289.6 millones de árboles.

Estas cifras, para Greenpeace y el Fondo Internacional para la Protección de los Animales y su Hábitat, son engañosas, pues la mayoría de los árboles no corresponde al ecosistema donde fueron sembrados y en algunos casos podrían afectar el subsuelo, como sucedió con los eucaliptos en El Tunal, municipio de San José de Gracia, Aguascalientes, donde alteraron los mantos acuíferos al absorber demasiada agua.

La política está basada en una estrategia errónea, no se trata de “sembrar árboles a lo loco”, dice Héctor Magallón Larson, coordinador de la campaña de bosques de Greenpeace, sino de realizar estudios previos sobre qué y dónde conviene reforestar.

La Conafor define ProÁrbol como un esquema para combatir la pobreza, recuperar masa forestal y aumentar la productividad de bosques y selva, y aunque comprende diversos renglones, más de la mitad del presupuesto se ha invertido en impulsar establecimientos forestales comerciales y reforestar.

En enero de 2008, Juan Rafael Elvira Quesada, titular de la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales y viejo amigo del presidente Calderón Hinojosa, reconoció públicamente que de los 250 millones de árboles plantados en 2007 sólo sobreviviría 10%, equivalente a 25 mil hectáreas, y no las 642 mil que se fijó el programa.

Magallón Larson refiere que sólo en ese año “se tiraron a la basura” 2 mil 430 millones de pesos de los 2 mil 700 millones que se invirtieron, y que alrededor de 56% de lo plantado en las campañas forestales de ese año fueron agaves, nopales y magueyes, y no propiamente árboles, enfocándose más a las zonas áridas, cuando el programa estaba originalmente dirigido a las boscosas.

En 2008, dice un comunicado de la Conafor fechado el 15 de diciembre, fueron gastados 4 mil 100 millones de pesos en acciones de reforestación de bosques, selvas y zonas áridas. “En materia de Servicios Ambientales, México se ha colocado en la vanguardia de todos los países en el mundo al contar con el mayor programa en este sentido. El país paga los servicios ambientales que proveen 1.75 millones de hectáreas en toda la República. La superficie es casi similar al estado de Hidalgo completo. Este año se destinaron mil 10 millones de pesos para proteger 500 mil hectáreas”, precisa.

Tal cantidad mostró que el gobierno ha puesto de mayor relieve el problema, lo sacó del olvido, porque antes no llegaba ni a mil millones, dice Sergio Madrid Zubirán, director del Consejo Mexicano para la Silvicultura Sostenible. Afirma también que no ve mal que se hagan esfuerzos de reforestar aunque sea con cactáceas, ya que la mitad de la superficie del país está constituida por áreas desérticas, semidesérticas y de matorrales, mientras la otra mitad son bosques y selvas.


¿Liderazgo global?

Aun con ProÁrbol, considerado por organizaciones ambientalistas como el programa “consentido” del presidente Calderón Hinojosa, México continúa en el quinto lugar mundial en deforestación, con un promedio de 600 mil hectáreas destruidas cada año, según Greenpeace. De las cifras que la Conafor dio como árboles plantados durante 2007, Magallón Larson asegura que aunque sobreviviera ciento por ciento, sólo se recuperarían entre 250 y 280 mil hectáreas, que equivalen a menos de la mitad de la superficie boscosa que se pierde al año.

Quizá por esto causó desconcierto entre organizaciones ecologistas que Naciones Unidas entregara al jefe del Ejecutivo el Reconocimiento al Liderazgo Global, el 5 de junio pasado, argumentando que durante 2007 se sembraron 250 millones de árboles.

Y si uno de los postulados de ProÁrbol es el combate a la pobreza, con la entrega de apoyos económicos a los campesinos u organizaciones que se suman a la siembra de árboles, en comunidades como El Coto los integrantes del comisariado ejidal aseguran no haber recibido nada y creen que la visita de personal de la Conafor sólo fue para hacerlos sentir que los tomaban en cuenta.


Opacidad en operación financiera

Miembros del Observatorio Ciudadano de Vigilancia Ambiental, formado por organizaciones para dar seguimiento a programas federales, dudan sobre cómo se emplean los recursos públicos y afirman que no se conoce un mecanismo de verificación y fiscalización, de modo que no es posible saber cómo se han invertido los fondos y los resultados.

Beatriz Bugeda Bernal, directora en México del Fondo Internacional para la Protección de los Animales y su Hábitat, considera que el presupuesto es significativo y hay un problema de la transparencia. “Es fundamental que digan dónde están estos árboles, y el uso de los recursos tiene que ser transparente”.

Para Gustavo Sánchez Valle, de la Red Mexicana de Organizaciones Campesinas Forestales, el manejo de los recursos públicos en el sector forestal que hace el gobierno federal es discriminatorio y atenta contra el principio de libre asociación, ya que privilegia a las asociaciones regionales de silvicultores (creadas en 2006 por la Semarnat), lo cual a la manera del viejo corporativismo priísta monopoliza la captación del dinero destinado a los programas.

El director de Conafor, José Cibrián Tovar, a su vez, explica que el mecanismo de evaluación del uso de los recursos y el resultado de ProÁrbol está en marcha y en breve será dado a conocer, y reconoce que han encomendado a El Colegio de Posgraduados (de Chapingo) su evaluación.

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