The Guardian / George Monbiot
Traducido al español por Raúl Benet
13 de Julio de 2009
Las estrategias climáticas británicas y del G8 simplemente no cuadran. Tan pronto como se requieren compromisos serios, se vuelven un sinsentido imposible.
Durante el año pasado, hemos estado bregando sobre una contradicción impenetrable. El gobierno británico ha prometido cortes espectaculares en las emisiones de gases de invernadero. También ha estado promoviendo nuevas carreteras y autopistas, aprobando estaciones de energía basadas en quema de carbón, rescatando manufactureros de autos y bajando las normas para casas sustentables.
¿Cómo pueden conciliarse estas políticas? Lo sabremos tan pronto se publique una serie de documentos sobre reducción de carbón. De acuerdo con alguien que ha leído los borradores, las nuevas políticas incluirán la compra al exterior de 50 % de las reducciones (los famosos offset). Si esto es cierto, significa que la Gran Bretaña no reducirá sus gases de invernadero en un 80 % para el 2050 como el gobierno ha prometido, sino que los reducirá en un 40 %. Sustituirá la mitad de sus emisiones (lo que significa que pagará a otros países para que lleven a cabo la reducción), lo que hace del programa de cambio climático del gobierno británico una burla.
Las cifras pueden cambiar entre el borrador y los documentos finales, pero tomémoslas como válidas por el momento, para ver qué pasa cuando las naciones ricas se desembarazan de sus obligaciones. Lo que estoy a punto de explicar es la razón matemática simple por la cual cualquier programa de gran escala de intercambio de emisiones es injusto, contradictorio y en última instancia, imposible.
A inicios de julio, la cumbre del G8 adoptó como suyas las dos metas más importantes de la Gran Bretaña: propuso que los países desarrollados deben reducir sus emisiones en un 80 % para el 2050 , de tal manera que se impida un incremento mayor a dos grados en el calentamiento global. Esto significa que el G8 adoptó también la contradicción crucial de la Gran Bretaña, que es el hecho de que no hay conexión entre ambas metas. Es muy poco probable que una reducción en el 80 % impida un incremento mayor de dos grados en el calentamiento global, de hecho ni siquiera es la medida correcta, como explicaré más adelante. Pero analicemos qué pasa si las otras naciones ricas adoptan tanto las metas británicas como sus propuestos intercambios de carbono.
Por favor comparta conmigo que este punto es importante. Hay algunas cifras involucradas, pero sólo usaré la aritmética más básica, que cualquiera con una calculadora puede reproducir.
El G8 no explicó a qué se refería con `países desarrollados´, pero asumiré que se estaba refiriendo a las naciones listadas en el Anexo 1 del protocolo de Kyoto: las naciones que prometieron limitar sus gases de invernadero. (Si se referían a los países de la OECD los resultados son muy similares). Para no complicar esto, sólo consideraré las emisiones de carbono derivadas de combustibles fósiles, como las lista la Administración de Información de Energía de los Estados Unidos. No publica los datos para Mónaco y Lichtenstein, pero podemos perdonar eso. Los otros 38 países del Anexo 1 producen 15 mil millones de toneladas de CO2, el 51 % de las emisiones globales. Si se hiciera lo que la Gran Bretaña propone, cortar este total en un 80 % y sustituir la mitad, tendrían que comprar reducciones iguales al 20 % de la producción mundial de carbono. Esto significa que otros países tendrían que cortar en un 42 % de sus propias emisiones sólo para absorber los excedentes de los países ricos.
Pero el G8 ha adoptado además otra de las metas británicas: un corte global de las emisiones de un 50 % para el 2050. Un cincuenta por ciento de la producción total es de 14 mil seiscientos millones de toneladas. Si los países del Anexo 1 reducen sus emisiones en un 80 % (incluyendo los intercambios), estarán arreglando las emisiones globales en 12 mil millones de toneladas. Los otros países tendrán por lo tanto que encontrar formas de reducir otras dos mil seiscientos millones de toneladas. Aunadas a las toneladas que ya vendieron a los países desarrollados, esto significa que sus obligaciones totales serían de ocho mil seiscientos millones de toneladas, o 60 % de sus propias emisiones.
De tal manera que aquí está el resultado: las naciones ricas, si siguen el liderazgo británico, cortarán su contaminación por carbono en un 40 %. Las naciones pobres tendrán que cortar su contaminación por carbono en un 60 %.
Si `justicia global´ significa algo, los países ricos deberían hacer mayores reducciones que los pobres. Tenemos la mayor parte que cortar y estamos en mejores condiciones de dejar ir oportunidades para más desarrollo. Si naciones como la Gran Bretaña no pueden hacer reducciones más profundas, nadie puede. Podríamos, como mostré en mi libro HEAT, reducir las emisiones hasta en un 90 % sin dañar seriamente nuestra calidad de vida. Pero esto conlleva un costo político. Se debe exigir a las industrias que renuncien a sus costos ocultos, y se debe pedir a la gente que haga cambios menores a la forma en que viven. La Gran Bretaña parece seguir haciendo lo que ha hecho durante la historia colonial y post-colonial: arrojando sus problemas políticos al extranjero, en lugar de confrontarlos en casa.
¿Ya estás aturdido? Aun no he explicado ni la mitad. Como los líderes del G8 saben, una reducción en un 50 % es sólo un engaño ante las inexistentes posibilidades de alcanzar su objetivo último: impedir un incremento mayor a dos grados en el calentamiento global. En su último resumen de ciencia climática, publicado en 2007, el Panel Intergubernamental de Cambio Climático sugirió que para tener oportunidades reales de impedir el incremento de calentamiento en más de dos grados, se requieren cortes globales del 85 % para el 2050. Al redactar el Acta de Cambio Climático, el gobierno británico prometió mantener sus metas acordes con los requerimientos planteados por los científicos. Ya ha aumentado las reducciones de 60 % a 80 % para el 2050. Si se atiene a su promesa, tendrá que subir la meta nuevamente.
Las emisiones globales de CO2 son de 4.48 toneladas por persona por año. Cortar el total mundial en 85 % significa reducir esto a 0.67 toneladas. El promedio per cápita en los países desarrollados es de 10 toneladas; para llegar a esta meta deben cortar el 93.3 % para el 2050. Si los países ricos persisten en transferir el 50 % de estos cortes los países pobres tendrán que reducir sus emisiones en siete mil millones de toneladas para absorber los excedentes de los ricos.
Para alcanzar el promedio mundial de 0.67 toneladas, tendrán también que cortar sus propias emisiones en diez mil ochocientos millones de toneladas más. Esto significa una reducción total de 17.8 billones, o 125 % de sus emisiones actuales. Espero que lector haya captado el punto.
De hecho, aun las propuestas del Panel Intergubernamental han sido rebasadas. Dos publicaciones recientes en Nature muestran que la medida que cuenta no es la reducción de las emisiones actuales producida en cierta fecha, sino el total de emisiones que liberamos.
Una reducción de 85 % para el 2050 puede provocar resultados completamente diferentes. Si la mayor parte de la reducción se realiza al principio del periodo, nuestras emisiones acumuladas serían más bien bajas. Si, por otro lado, como establece la ley norteamericana conocida como Waxman - Markey, éstas reducciones se realizan hacia el final, el resultado será mucho más alto. Para tener una oportunidad significativa de impedir el incremento en dos grados en el calentamiento global, necesitamos cortar nuestras emisiones en algo así como 10 % para el fin del próximo año y en un 25 % para el final del 2012. Este es un reto que ningún gobierno está preparado para aceptar.
El intercambio de emisiones de carbono tiene sentido si estás buscando una reducción global del 5 % desde ahora y para siempre. Es la forma más barata y rápida de alcanzar una reducción insignificante. Pero si lo que estamos buscando son reducciones realmente substanciales, se convierte en un sinsentido injusto e imposible, el equivalente a levantarte del suelo apoyado sólo en tus bigotes. Sí, los países ricos deben ayudar a las naciones pobres a reducir la deforestación y a limpiar la contaminación, pero no pretendamos que esto elimina sus propias responsabilidades.
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