SAN JOSÉ (AFP) — La mayoría de manantiales, ríos y lagos de agua dulce y su biodiversidad, desde Chiapas (México) hasta el Darién (Panamá), están amenazados por los vertidos tóxicos, represas para producción de energía y cambio climático, advierten los expertos en un informe.
En la elaboración del estudio "Evaluación de Ecorregiones de Agua Dulce en Mesoamérica", dirigido por la organización Conservación de la Naturaleza (TNC por sus siglas en inglés), se han estudiado 43 ecorregiones marinas, 11 de agua dulce y 27 terrestres en la región.
Las ecorregiones, esparcidas por toda la geografía que va desde el sur de México hasta Panamá, en la frontera con Colombia, incluyen hábitats muy diversos, grandes ríos profundos, ríos menores tributarios y otros humedales sujetos a inundaciones.
"Se trata de una herramienta para conocer el estado de la biodiversidad y las zonas que hay que proteger", asegura el holandés Marteen Kappelle, director regional de Ciencias de la TNC y uno de los coordinadores del estudio.
El mayor problema en Centroamérica lo presentan los ríos, a menudo convertidos en cloacas a cielo abierto, que reciben aguas negras sin tratar, jabonosas ricas en fosfatos y productos químicos tóxicos tanto industriales como agrícolas.
En Costa Rica es el Tárcoles y Reventazón, en Nicaragua el San Juan, en Guatemala, Naranjo y Motagua, en Honduras el Chamalecón y Choluteca y en El Salvador el Lempa.
Otro mito que han destruido los autores del informe es que incluso en las regiones caribeñas, donde se encuentran las zonas más boscosas, los ríos drenan al mar cantidad de suciedad y pierden su biodiversidad.
Kapelle, en una entrevista con la AFP, advierte que el río puede estar limpio, pero ¿qué hace si ya no tiene biodiversidad?
A lo que Corrales responde que una de las "cosas más maravillosas" es que uno de los ecosistemas que más rápido se recuperan son precisamente los de los ríos. "Bastan", asegura, "acciones muy específicas y políticas muy claras".
Todos los países han hecho esfuerzos importantes para dotarse de una legislación y políticas pero falta aplicarlas, dicen los dos expertos, que se quejan de que el "gran problema es la poca visión para la conservación de la biodiversidad de agua dulce", pese a que en muchas regiones los peces son fundamentales para la dieta de las poblaciones.
Los dos expertos temen que si los países centroamericanos no hacen lo que les corresponde para sanear sus ríos y cuidar su biodiversidad, los consumidores de otros lugares van a empezar a hacerlo por ellos.
Como ha ocurrido recientemente con los camarones costarricenses, a los que Estados Unidos ha impuesto un boicot hasta que cambien los métodos de pesca en los que también mueren las tortugas.
Y pronto puede ocurrir con los camarones del Golfo de Fonseca, cuyas aguas tocan El Salvador, Nicaragua y Honduras, y que se alimentan de toda la suciedad que viene del río hondureño Choluteca.
"En algunos países estamos consumiendo mariscos marinos con fuerte aderezo terrestre", exclama preocupado Kappelle, quien advierte que los "metales pesados como el mercurio y el plomo se acumulan en los peces".
Otro peligro para la biodiversidad son las represas hidroeléctricas que cortan las cuencas de muchos ríos que antaño recorrían muchos peces, para criar o para alimentarse y que ya no lo pueden hacer, y el cambio climático y la deforestación.
Por ello, los responsables de este informe aconsejan que las "políticas de conservación de la región deben ser regionales porque las cuencas son compartidas".
"Visualizar la región ecológica como un todo, en el futuro debería evitar conflictos políticos", concluye Kappelle.
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