Lunes 23 de Noviembre
Norma Aguilar Alvarado (ALAI)
Estados Unidos y China han advertido que la 15º Conferencia de las Partes (COP15) del Convenio Marco de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático que se reunirá en Copenhague, Dinamarca, en diciembre próximo, no logrará un acuerdo sobre las metas de reducción de emisiones de gases de efecto invernadero.
El fracaso de la reciente reunión de Barcelona ya había hecho prever este panorama desalentador. El problema es de enfoque. Todos saben que el planeta está en peligro y que si no se toman medidas radicales y efectivas, la vida desaparecerá. Pero mientras se siga viendo a la Tierra solo como el depósito de recursos para la acumulación individual, todo intento de diálogo conducirá, como máximo, a medidas paliativas y no a soluciones efectivas. De lo que se trata, entonces, es de replantear las relaciones con la naturaleza.
Debemos entender que la naturaleza es un ser vivo y nosotros somos parte de ella. Los pueblos indígenas dicen: “la Pachamama nos cría y nosotros la criamos a ella”. Y es que los pueblos indígenas no trabajan para la acumulación individual sino para satisfacer las necesidades de todos. Por eso el trabajo es una fiesta, una forma más de diálogo entre los miembros de la comunidad y con la naturaleza.
La biodiversidad –en peligro por el calentamiento global- es la mayor riqueza de este planeta y es la que dio origen a la inmensa diversidad cultural que la habita. Los seres humanos y los pueblos se formaron en su relación con ella, en su cuidado, en su crianza, en una eterna reciprocidad por los bienes que nos ofrece para sobrevivir. Pero las invasiones de Europa al Abya Yala (hoy América) y otros continentes, cortaron abruptamente estas civilizaciones que supieron vivir en armonía con la Madre Tierra durante decenas de milenios, para, en solo quinientos años de saqueo, mercantilización y depredación de la naturaleza, conducirnos al borde de un cataclismo climático global.
Si reconocemos a la naturaleza como un ser vivo, la hacemos sujeto de derechos. Hay un vasto movimiento social en todo el mundo que comparte la propuesta de redactar y adoptar en el seno de las Naciones Unidas una Declaración de los Derechos de la Naturaleza. Y algunos gobiernos de la región (Bolivia, Ecuador) han hecho suya esta iniciativa.
La ONU y el planeta
La preocupación por el cuidado de la naturaleza no es nueva en la comunidad internacional. En 1982, la Asamblea General de las Naciones Unidas aprobó la Carta Mundial de la Naturaleza. Cinco años después, la Comisión Mundial de Medio Ambiente y Desarrollo emitió el Informe “Nuestro Futuro Común”, conocido como Informe Brundtland, cuyo llamado principal es precisamente a la creación de una Carta que contenga los principios fundamentales para una vida sostenible.
El 9 de mayo de 1992, la ONU adopta la Convención Marco sobre el Cambio Climático, que entró en vigencia en 1994. Ese mismo año, en Río de Janeiro, Brasil, se reúne la primera Conferencia sobre Medio Ambiente y Desarrollo, que dio lugar a la Agenda 21, un Plan de Acción que los Estados deberían llevar a cabo para transformar el modelo de desarrollo actual, basado en una explotación de los recursos naturales como si fuesen ilimitados y en un acceso desigual a sus beneficios, en un nuevo modelo de desarrollo que satisfaga las necesidades de las generaciones actuales sin comprometer la capacidad de las generaciones futuras. Diez años después se reúne la segunda Conferencia en Johannesburgo, Sudáfrica.
Entre ambas conferencias, conocidas como “Cumbres de la Tierra”, los países industrializados se reúnen el 11 de diciembre de 1997 en Kioto, Japón, y se comprometen a ejecutar un conjunto de medidas para reducir los gases de efecto invernadero, fijándose metas hasta el año 2012. Estados Unidos retiró su firma de este documento, llamado Protocolo de Kioto. La Cumbre de Copenhague, en diciembre, debería asumir nuevos compromisos en este campo para el 2013 en adelante, pero ya los países poderosos adelantaron que no habrá acuerdo.
La Carta de la Tierra
Mientras todo este proceso se desarrollaba, también se iba gestando un documento que intentaba ser una Carta Magna o Constitución del planeta. Y el 29 de junio del 2000 es lanzada oficialmente la Carta de la Tierra en La Haya, Holanda. Se trata de una declaración solidaria que afirma que es posible vivir y disfrutar de la Tierra sin destruirla y sin causar daños a las comunidades humanas ni al conjunto de seres vivos que la habitamos. Y que reconoce y advierte que para lograrlo se necesita un cambio de mentalidad y de corazón.
La Carta de la Tierra está estructurada en cuatro principios angulares que contienen 16 principios generales, a saber:
I. Respeto y cuidado de la vida.
1. Respetar la Tierra y la vida en toda su diversidad.
2. Cuidar la comunidad de la vida con entendimiento, compasión y amor.
3. Construir sociedades democráticas que sean justas, participativas, sostenibles y pacíficas.
4. Asegurar que los frutos y la belleza de la Tierra se preserven para las generaciones presentes y futuras.
II. Integridad ecológica
5. Proteger y restaurar la integridad de los sistemas ecológicos de la Tierra, con especial preocupación por la diversidad biológica y los procesos naturales que sustentan la vida.
6. Evitar dañar como el mejor método de protección ambiental y, cuando el conocimiento sea limitado, proceder con precaución.
7. Adoptar patrones de producción, consumo y reproducción que salvaguarden las capacidades regenerativas de la Tierra, los derechos humanos y el bienestar comunitario.
8. Impulsar el estudio de la sostenibilidad ecológica y promover el intercambio abierto y la extensa aplicación del conocimiento adquirido.
III. Justicia social y económica
9. Erradicar la pobreza como un imperativo ético, social y ambiental.
10. Asegurar que las actividades e instituciones económicas, a todo nivel, promuevan el desarrollo humano de forma equitativa y sostenible.
11. Afirmar la igualdad y equidad de género como prerrequisitos para el desarrollo sostenible y asegurar el acceso universal a la educación, el cuidado de la salud y la oportunidad económica.
12. Defender el derecho de todos, sin discriminación, a un entorno natural y social que apoye la dignidad humana, la salud física y el bienestar espiritual, con especial atención a los derechos de los pueblos indígenas y las minorías.
IV. Democracia, no violencia y paz
13. Fortalecer las instituciones democráticas en todos los niveles y brindar transparencia y rendimiento de cuentas en la gobernabilidad, participación inclusiva en la toma de decisiones y acceso a la justicia.
14. Integrar en la educación formal y en el aprendizaje a lo largo de la vida, las habilidades, el conocimiento y los valores necesarios para un modo de vida sostenible.
15. Tratar a todos los seres vivientes con respeto y consideración.
16. Promover una cultura de tolerancia, no violencia y paz.
Así, en resumen, la Carta de la Tierra muestra que la protección del medio ambiente, los derechos humanos, el desarrollo equitativo de los pueblos y la paz son interdependientes e indivisibles. Todos los problemas están relacionados: los ambientales, los sociales, los económicos, los políticos y los culturales, lo cual invita a promover soluciones que los tengan en cuenta conjuntamente.[]
Derechos de la Pachamama
¿Por qué no retomar estos principios para, a partir de la Carta de la Tierra, redactar y aprobar una Declaración de los Derechos de la Naturaleza? El cambio de mentalidad y de corazón es posible, como decíamos al inicio: basta con dejar de ver el planeta como un depósito de recursos para ser saqueados, mercantilizados y servir al enriquecimiento de unos pocos. Basta con volver a la armonía con nuestra Pachamama. Se trata, sencillamente, de defender la vida, toda la vida, con sus riquísimas diversidades biológicas y culturales.
El año que termina ha sido rico para el movimiento indígena en este camino. En mayo se reunió en Puno la IV Cumbre de Nacionalidades y Pueblos Indígenas del Abya Yala, que tomó tres acuerdos centrales para difundir las demandas y propuestas en torno al calentamiento global: la Minga Global por la Madre Tierra, que se realizó en octubre; la creación del Tribunal Internacional de Justicia Climática, que tuvo su primera Audiencia en Cochabamba, Bolivia, en el marco de esta Minga Global; y la realización de una cumbre paralela a la Conferencia de Copenhague en diciembre.
La Coordinadora Andina de Organizaciones Indígenas (CAOI), sus organizaciones integrantes y diversas organizaciones del movimiento social del continente, Europa y otras latitudes, participarán en esta Cumbre Alternativa, en cuyo marco se desarrollará una nueva Audiencia del Tribunal Internacional de Justicia Climática.
Como hijos de la Madre Naturaleza, la adopción de una Declaración de sus Derechos forma parte central de nuestra agenda.
- Norma Aguilar Alvarado, Área de Comunicaciones Coordinadora Andina de Organizaciones Indígenas - CAOI http://alainet.org/active/34566
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