Kanayo F. Nwanze/
Project Syndicate 21 sep 2012: ROMA – A medida que la sequía se hace cada vez más común, los agricultores en todo el mundo se esfuerzan por mantener los rendimientos de sus cultivos. En los Estados Unidos, los agricultores están atravesando la peor sequía en más de medio siglo. Como resultado, los precios a nivel mundial del maíz, el trigo y la soja aumentaron en julio y agosto, y se mantienen altos.
Pero el periodo de sequía severa que reseca las tierras de cultivo a lo largo y ancho de los EE.UU. es sólo el último de un ciclo global de sequías que cada vez son más frecuentes y dañinas. En la región africana del Sahel, millones de personas sufren hambre por tercera vez desde el año 2005. La falta de lluvias en la región y la volatilidad de los precios mundiales de los alimentos han empeorado la situación. De hecho, son los pobres del mundo – en especial los de las zonas rurales – quienes más sufren a causa de estos factores combinados.
Este no es un buen augurio para el futuro. Hasta el año 2050, la producción mundial de alimentos tendrá que aumentar en un 60% para satisfacer la demanda de una creciente población mundial cuyos hábitos de consumo están cambiando. Para garantizar la seguridad alimentaria de todos, tendremos que aumentar no sólo la producción de alimentos, sino también la disponibilidad de los mismos, especialmente para las personas que viven en países en desarrollo. Esto significa romper barreras y desigualdades, crear capacidades y difundir conocimientos. En África, los pequeños agricultores – que proporcionan el 80% de los alimentos de la región sub-sahariana – necesitan infraestructura para alcanzar el desarrollo agrícola, incluyendo sistemas de riego y caminos, así como también acceso a la tecnología y una mejor organización de los mercados.
El Fondo Internacional de Desarrollo Agrícola ve un enorme potencial en el sector agrícola de África, que experimentó un crecimiento del 4,8% en el año 2009, frente al 3,8% de la región Asia-Pacífico y tan sólo el 1,4% de América Latina y el Caribe. Teniendo en cuenta que la agricultura contribuye aproximadamente con el 30% del PIB del África Subsahariana, y representa más del 60% del empleo en la mayoría de los países africanos, el desarrollo del sector podría reducir sustancialmente la pobreza en la región.
No sólo en África – es decir no sólo en países como Burkina Faso y Etiopía – sino también en países emergentes como China, India y Vietnam, la historia ha demostrado de manera repetida que los pequeños agricultores pueden conducir hacia el crecimiento agrícola mientras que simultáneamente se estimula un desarrollo económico más amplio. Los pequeños agricultores, tanto mujeres como hombres, son los mayores inversores agrícolas de África. Y el crecimiento del PIB impulsado por la agricultura es más del doble de eficaz (twice as effective) en cuanto a reducir la pobreza en comparación con el crecimiento en otros sectores.
Pero los agricultores africanos se topan con obstáculos significativos cuando tratan de alcanzar su potencial. En promedio, usan menos de 10 kilogramos de fertilizante por hectárea, en comparación con los 140 kilogramos que se utilizan en la India. Además, menos del 5% de las tierras agrícolas tiene acceso a riego, y muy rara vez se utilizan variedades mejoradas de semillas.
Los esfuerzos dirigidos al desarrollo agrícola deben, por lo tanto, centrarse en la promoción del crecimiento y la sostenibilidad de los pequeños agricultores y de las pequeñas empresas rurales. Esto requiere un entorno regulatorio más favorable, asistencia técnica, así como también conexiones con proveedores, distribuidores y proveedores de servicios financieros.
Los países que están experimentando un crecimiento agrícola importante, como por ejemplo Brasil y Tailandia, se han beneficiado de la inversión pública dirigida a la investigación y al desarrollo de infraestructura. Debemos tomar en cuenta no sólo la forma de mejorar la capacidad que los pequeños agricultores tienen para producir alimentos, sino que también debemos fortalecer su capacidad para participar en los mercados, mientras que simultáneamente se mejora la manera en la que tales mercados funcionan.
Adicionalmente, se necesitan vínculos de inversión sostenible entre los pequeños agricultores y el sector privado. Al proporcionar la capacidad para que los agricultores aumenten su producción e ingresos, la inversión privada que incluye a participantes pequeños puede impulsar el crecimiento económico y la seguridad alimentaria. Por último, las organizaciones de agricultores, que son intermediarios fundamentales entre los productores y los inversores corporativos, deben participar en la formulación de planes y políticas destinadas al desarrollo agrícola.
Un sector rural vibrante puede generar demanda de bienes y servicios producidos localmente, y consecuentemente puede estimular el crecimiento sostenible del empleo en la agroindustria, los servicios y la manufactura a pequeña escala. Tales oportunidades permitirían que los jóvenes prosperen en sus comunidades rurales, en lugar de verse forzados a buscar trabajo en zonas urbanas.
África puede alimentarse a sí misma. Pero eso no es todo: con conocimiento, tecnología, infraestructura e instauración de políticas, los pequeños agricultores en África y en el resto del mundo pueden impulsar el desarrollo agrícola sostenible, contribuir a la seguridad alimentaria mundial, y catalizar el crecimiento económico en todo el mundo.