México cierra la puerta a la experimentación con variedades de la gramínea genéticamente modificadas. Ambientalistas saludan la decisión, pero científicos la lamentan.
MÉXICO, 23 oct (Tierramérica).- A contracorriente de lo denunciado por activistas y para lamentación de algunos científicos y transnacionales, México decidió vetar los cultivos experimentales de maíz transgénico. Pero la puerta de ingreso de esa variedad, importada a granel y sin etiqueta, sigue abierta.
México, centro de origen del maíz, compra cada año a Estados Unidos unos seis millones de toneladas de esa gramínea, un tercio de la cual es transgénica. Tal variedad llega de forma eventual a los agricultores, por lo que sus genes ya contagiaron a las criollas, según se descubrió en 2001.
Nadie sabe con certeza si esa contaminación persiste, pero la posibilidad de que suceda no fue eliminada, lo que alarma a organizaciones de activistas y a algunas de agricultores que se oponen férreamente a los transgénicos. Sin embargo, algunos científicos la apoyan y sostienen que tales cruzamientos no perjudican ni deben alarmar.
El 16 de este mes, el Servicio Nacional de Sanidad, Inocuidad y Calidad Agroalimentaria de México negó, por tercera vez desde 2005, siete solicitudes para siembra experimental de maíz transgénico con semillas de las trasnacionales Monsanto, Dow Agrosciences y Pioneer.
La negativa se basó en que no está reglamentada la ley sobre bioseguridad dictada en 2003, que no existe un acuerdo que determine las áreas geográficas en las que se localizan los centros de origen del maíz y a que permanece pendiente la definición del llamado Régimen Especial de Protección del Maíz, que ordenan las normas vigentes.
Aunque tales vacíos se arrastran desde que las solicitudes fueron presentadas por primera vez, personeros del gobierno dieron esperanzas de aprobación a los peticionarios.
Esto generó denuncias de organizaciones ambientalistas como Greenpeace, que acusó al presidente Vicente Fox de favorecer a las transnacionales y de querer violentar la ley.
“Finalmente prevaleció la razón y la lógica”, señaló a Tierramérica Silvia Ribeiro, del no gubernamental Grupo de Acción sobre Erosión, Tecnología y Concentración (Grupo ETC), una organización con sede en Canadá que rechaza el uso de transgénicos en el mundo.
En contraste, el científico mexicano Luis Herrera, quien junto a varios de sus colegas desarrolló esa tecnología a inicios de los años 80 en Bélgica, se mostró decepcionado.
“Es cierto que el veto a la experimentación se origina en algunos vacíos legales, pero más allá de eso es un retroceso importante, pues impide evaluar el impacto real y los beneficios o perjuicios del uso del maíz transgénico, que es precisamente lo que demandan los opositores a esos cultivos", dijo Herrera a Tierramérica.
El tema de los transgénicos es controvertido en muchos países, por el poder que sobre esa tecnología ejerce un puñado de transnacionales y sus posibles efectos negativos en la salud y el ambiente, sobre lo que no hay datos concluyentes.
En México la gramínea se domesticó hace miles de años. Hoy sigue siendo parte esencial de la alimentación, la cultivan 3,1 millones de campesinos y en ciertos lugares todavía es venerada como un producto divino.
Datos de la Confederación Nacional Campesina indican que la unos 12,5 millones de personas están vinculadas directa o indirectamente al cultivo y producción del maíz, lo que representa 55,2 por ciento de la población dedicada a la agricultura en México.
Según Herrera, quien impulsa la aprobación de los cultivos experimentales de maíz transgénico, la negativa del gobierno mexicano perjudicará sobre todo a los agricultores locales, que a su entender no podrán competir con sus vecinos de Estados Unidos, que sí cultivan esas variedades.
En 2008, en el marco de los acuerdos de libre comercio, quedarán eliminadas las cuotas y otras barreras para el ingreso de maíz y frijol provenientes de Estados Unidos. Esas medidas prometen generar una fuerte resistencia de las organizaciones de agricultores.
Herrera, a quien los activistas acusan de responder a los intereses de transnacionales biotecnológicas --lo que él niega tajantemente--, afirmó que el maíz transgénico tiene rendimientos elevados y que eso está comprobado en todo el mundo, al punto que países productores como China, Estados Unidos, India e Irán adoptaron esa tecnología.
Sin embargo, un informe de 2002 del Departamento de Agricultura de Estados Unidos, país que ostenta más de 60 por ciento de la producción mundial de transgénicos, precisó que el maíz desarrollado con esa tecnología no demostró un mejor rendimiento frente a las variedades tradicionales.
Esos son datos parciales, porque "está más que comprobado en el mundo que, en promedio, los transgénicos ofrecen mejores rendimientos", insistió Herrera, un doctor en biología molecular que trabaja para el estatal, pero independiente, Centro de Investigación y de Estudios Avanzados de México.
A las semillas transgénicas que se encuentran en el mercado, entre ellas las del maíz, se les incorporó material genético de otras especies para volver al grano resistente a ciertas plagas o herbicidas, de alta productividad y adaptable a diversas condiciones de cultivo.
Las patentes desarrolladas con propósitos comerciales pertenecen a un puñado de transnacionales, a las que los campesinos deben pagar por las semillas si no desean ser demandados.
Gran parte de los agricultores mexicanos usan las semillas que extraen de sus propios cultivos de maíz. Pero también hay quienes pagan por las llamadas híbridas, que son mejoradas en los laboratorios mediante cruzamientos de variedades.
El veto oficial para experimentar con semillas transgénicas no debe considerarse definitivo, por lo que no hay que bajar la guardia, advierten los activistas.
"Tengo la impresión de que las transnacionales piensan que les va a ser más fácil sembrar transgénicos con el próximo gobierno", del conservador Felipe Calderón, que asumirá en diciembre, declaró Ribeiro, de ETC.
“A esas empresas les interesa cultivar en México, pues si aquí, que es centro del origen, se planta maíz transgénico, ya ningún otro país tendría muchos argumentos para rechazarlo", sostuvo.
Pese a no haber autorización para su cultivo en México, trazos genéticos de maíz transgénico fueron detectados en 2001 en zonas rurales. Al parecer, esa contaminación ya no existe, pero faltan estudios que lo corroboren.
Además, permanece abierto el ingreso de cargamentos de la gramínea desde Estados Unidos, sin que se conozca qué parte de ellos son transgénicos.
Cuál será a largo plazo el efecto de esta variedad sobre el ambiente en general y el maíz criollo en particular, y cuál su impacto sobre una forma de vida y una cultura que aún giran en torno a ese grano, son preguntas que se debaten con intensidad.
* Corresponsal de IPS.
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