La Opinón de hoy. Dra. Mayra de la Torre y Ricardo María Garibay | 2011-02-23
Parte 1
Nuestros ancestros, antes de la conquista, domesticaron una gran variedad de plantas, por lo que México es centro de origen y diversificación de maíz, frijol, chile, calabaza, jitomate, algodón, anonas, maguey, cacao, nopales, aguacate, amaranto, papaya, cempasúchil, girasol, tabaco, vainilla y chayote, entre otros.
Para documentar brevemente la riqueza de conocimientos de los pueblos indígenas se presentan los siguientes datos: los pueblos indígenas utilizan entre 3,500 a 4,000 especies de plantas medicinales, utilizan de 5,000 a 7,000 especies de plantas en diversas actividades culturales, tienen un sistema alimentario que incluye entre 1,000 a 1,500 especies con sus variantes. Como contraparte, tenemos que el sistema alimentario mundial se centra en 15 especies y baste mencionar que 15.4 % del sistema alimentario mundial proviene de plantas domesticadas en Mesoamérica, cuyo germoplasma original se encuentra principalmente en los territorios de los pueblos indígenas.
Actualmente, menos de 120 especies cultivadas de plantas proporcionan al sistema alimentario mundial 90 % de los alimentos, y sólo 12 especies vegetales y cinco especies animales suministran más de 70% de los alimentos. Únicamente cuatro especies vegetales (papa, arroz, maíz, y trigo) y tres especies animales (vacas, cerdos y pollos) aportan más de la mitad. En este sentido, los centros de origen y diversificación tienen un papel renovado en el concierto de las naciones y de los pueblos. Debido a lo anterior, es vital y necesario mantener in situ los acervos genéticos originales, no hacer depender de unas cuantas compañías productoras de semillas el sistema alimentario nacional y poner en riesgo el alcanzar la soberanía alimentaria.
Respecto a las plantas modificadas genéticamente, también llamadas transgénicas, cabe destacar que México es signatario del “Protocolo de Cartagena Sobre Seguridad de la Biotecnología del Convenio de Diversidad Biológica”. El objetivo de este protocolo es garantizar un nivel adecuado de protección en la transferencia, manipulación y utilización segura de los organismos vivos transgénicos, centrándose en los movimientos transfronterizos. En él se señala, entre otros, que las partes (países signatarios) adoptarán medidas para proteger la conservación y utilización sostenible de la diversidad biológica.
Otra de las razones por las que en este momento es de suma importancia el fomento y promoción de las semillas criollas y la conservación de la agrobiodiversidad, es la relevancia que ha cobrado el tema del cambio climático. En este sentido, las aportaciones que pudieran hacer los campesinos e indígenas a partir de sus saberes sobre prácticas de conservación in situ representan la mejor manera de ir adaptando sus cultivos a las modificaciones climáticas que año con año suceden. Las reuniones internacionales que se han realizado sobre alternativas para enfrentar los problemas que se derivarán del cambio climático han puesto énfasis en la necesidad de desarrollar políticas públicas orientadas a la conservación de las semillas criollas y los saberes campesinos relacionados con su conservación. En México, en los territorios de los pueblos indígenas y en las comunidades campesinas no indígenas, sigue existiendo una gran riqueza genética de maíz, con un gran potencial para generar los maíces del futuro de México ante el cambio climático Por lo anterior es prioritario para México la conservación y mejoramiento de los maíces criollos de los pueblos indígenas. Nuestro país puede considerarse como uno de los últimos reservorios fitogenéticos de maíz para la humanidad.
También es importante destacar que el maíz, además de sus características nutricias, tiene propiedades benéficas para la salud, particularmente los maíces criollos. En los últimos años han cobrado auge en otros países las investigaciones sobre los compuestos bioactivos que contienen, a los que se les atribuyen propiedades antioxidantes, anticancerígenas, antimutagénicas, anticoagulantes, antiobesidad y antihipertensivas, entre otras.
Por otro lado, si bien en nuestro país existen diversos programas de apoyo al campo, algunos de ellos lo hacen a través de subsidios generalizados surgidos en circunstancias económicas específicas, como lo fue el PROCAMPO, al inicio del Tratado de Libre Comercio. Estos programas, debido al exceso de objetivos, se vieron rebasados en su capacidad operativa, lo cual les impidió alcanzar sus propósitos iniciales. Varios programas incluso han generado una relación clientelar, asistencial y altamente politizada con las dependencias gubernamentales, debido a que en su diseño no se consideró el contexto estructural, ni se atendió el origen del problema que se pretendía resolver. A la vuelta de los años, los campesinos pierden el interés en la actividad productiva y centran la atención en el subsidio mismo.
La situación de deterioro en la que se encuentran los maíces criollos responde a una compleja trama de elementos estructurales que han repercutido en una situación de deterioro en el campo y en su población, por lo tanto, el cumplimiento de los objetivos de un programa de conservación del maíz criollo y la agrobiodiversidad no depende del aumento en la superficie de siembra, ni de propuestas técnicas, sino de la posibilidad de incidir en alguno o algunos de los factores estructurales causales de dicho deterioro.
En la segunda parte de este artículo analizaremos las fuerzas que atentan contra la agrobiodiversidad y el deterioro del maíz criollo, propondremos lineamientos para la recuperación de la milpa y al manejo sustentable de los recursos naturales que se localizan en los territorios de los pueblos indígenas del país.
consejo_consultivo_de_ciencias@ccc.gob.mx
Suscribirse a:
Comentarios de la entrada (Atom)
No hay comentarios.:
Publicar un comentario