No es un visitante nuevo. Tampoco se trata de una especie invasora. Pero el escarabajo descortezador, dendroctonus, por su nombre científico, está destruyendo a un ritmo sin precedentes los bosques del oeste de Estados Unidos y la Columbia Británica, también en el oeste de Canadá.
"En los últimos cinco años, la epidemia de escarabajos destruyó la cuarta parte de los bosques de Montana. Y en la Columbia Británica es mucho peor: el brote ha terminado con el 75% de las áreas boscosas", le dice a BBC Mundo Peter Kolb, profesor asociado de Ecología y Manejo Forestal de la Universidad de Montana, en EE.UU.
Si bien el brote está devorando los árboles de esta región de América del Norte, la plaga también ha hecho estragos en años anteriores en varios países de América Central como Honduras, Guatemala, Nicaragua y El Salvador.
Según un informe publicado por la FAO (la agencia de Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación), al D. Frontalis, una especie de gorgojo descortezador nativa de México y de partes de América Central, se le atribuyen las mayores pérdidas en los pinares centroamericanos en los últimos 40 años.
La forma en que opera este insecto es sencilla. Una vez identificada su víctima, de preferencia un pino de cierta antigüedad, el escarabajo construye un agujero sobre su tronco para acomodarse entre la corteza y la madera. Allí (donde circula la mayor parte de los azúcares y los almidones dentro del árbol), el escarabajo deposita sus huevos, que más tarde se transforman en larvas.
Las larvas se alimentan de estos nutrientes e introducen a su vez un hongo dentro del árbol. Esto interrumpe la circulación del agua y los nutrientes entre las raíces y las hojas, lo cual provoca la muerte del árbol.
El Niño, el cambio climático y el escarabajo asesino
efectos de la plaga
Los brotes de escarabajos se repiten cíclicamente en esta región de América del Norte. Sin embargo, desde 2005, la plaga ha expandido sus fronteras tanto en sentido horizontal como vertical.
Las razones son varias, explica Kolb.
"El clima del oeste de América del Norte depende en gran medida de las temperaturas oceánicas superficiales del Pacífico, de fenómenos como El Niño o La Niña. Estos ciclos atraviesan períodos más fríos y húmedos y otros más cálidos y secos", dice el investigador.
Entre los años '40 y '80, la región atravesó un período más frío y húmedo, que permitió el desarrollo de un bosque extraordinariamente denso.
"A partir de los '80 el clima se tornó cálido y seco. Este ciclo seco se vio exacerbado por el cambio climático producto de la actividad del hombre y así, en 2005, nuestros bosques se vieron afectados por una gran sequía. Este paisaje, caracterizado por una población densa de árboles secos y viejos es el escenario ideal para que surja un brote de escarabajos descortezadores", dice Kolb.
Ante la presencia de los escarabajos, los árboles se defienden expulsando una suerte de resina para empujar a estos insectos fuera del tronco. Pero si el árbol está debilitado por la falta de agua, lo más probable es que sus intentos por protegerse fracasen y al cabo de un año terminen pereciendo.
Otra causa que acentúa la incidencia de la plaga es el aumento de las temperaturas. Con la llegada del invierno, los escarabajos solían morir congelados. Pero como los inviernos ya no son tan fríos, muchos permanecen vivos, con la capacidad de alcanzar un rango altitudinal al que antes no podían llegar.
Consecuencias
Los problemas que acarrea una plaga son muchos y sus consecuencias devastadoras pueden extenderse a otros ecosistemas aledaños.
Por una parte, la presencia de semejante cantidad de árboles muertos puede dar lugar a incendios forestales y transformar el manto verde en un terreno estéril.
Por otro lado, la desaparición del bosque afecta la hidrología de la región.
"Las copas de los árboles acumulan agua de lluvia y nieve y mantienen el suelo húmedo y fresco. Si desaparece la parte superior del bosque, con la llegada de la primavera la nieve se derretiría muy rápido, provocando inundaciones en el terreno", explica Kolb.
A largo plazo, el impacto se hará notar en las emisiones de CO2. No sólo desaparece un bosque que tiene la capacidad de absorber de la atmósfera los gases con efecto invernadero, sino que al morir, los árboles emiten este gas durante su proceso de descomposición.
Soluciones
¿Cómo se resuelve el problema? La respuesta no es sencilla, y, como se no se ha logrado un consenso, hasta el momento "no se ha hecho gran cosa", señala Kolb.
Rociar los árboles con insecticidas no resulta una opción viable, en primera instancia por su costo (entre US$40 y US$100 por ejemplar), y porque además puede acabar con otros insectos y animales, o ingresar al sistema hídrico.
Según Cal Wettstein, encargado de la lucha contra los escarabajos descortezadores del Servicio Forestal de EE.UU., resulta crucial mantener a los bosques sanos y lo suficientemente diversos como para garantizar la supervivencia del manto boscoso si los insectos atacan a los árboles más vulnerables.
Kolb comparte esta visión y cree además que es importante talar árboles para reducir la densidad de los bosques. "Sin embargo, este tema es muy controvertido. Hay quienes piensan que es mejor dejar a la naturaleza seguir su curso", señala el científico. Y dadas las normas medioambientales actuales, talar árboles en tierras federales, es prácticamente imposible, añade Kolb.
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