Ha sobrevivido a los inviernos y veranos extremos de Madrid, a la invasión napoleónica que lo utilizó como escudo para sus cañones, a los bombardeos de la Guerra Civil española y al recuerdo del conquistador de México, Hernán Cortés.
Con casi cuatro siglos de edad, el árbol más antiguo de la ciudad es un corpulento ahuehuete mexicano anclado en el Parque El Retiro.
"El árbol parece una catedral de ingentes columnas superpuestas, un Niágara de vegetación que desciende abrumadoramente hacia uno cuando levanta los ojos queriendo alcanzar toda la altura de su copa", describe el escritor español Antonio Muñoz Molina, después de descubrir este ejemplar que pasa desapercibido entre el follaje del parque.
Con más 30 metros de altura y seis metros de espesor, el ahuehuete madrileño podría considerarse un adolescente dentro de su especie (en México hay ejemplares de más de 2.000 años) pero, pese a su juventud, ha sido observador privilegiado de los cambios experimentados por la ciudad en los últimos 400 años.
Su plantación oficial en Madrid data de 1632, cuando el rey Felipe IV comenzó la construcción del Palacio del Buen Retiro, pero se cree que el ahuehuete (cuyo nombre significa árbol viejo de agua en náhuatl) llegó mucho antes a España, justo después de la caída de Tenochtitlán, la mítica capital azteca derrotada por Cortés.
Lloros del Conquistador
Debajo de otro ahuehuete, que sigue en pie a las afueras de Ciudad de México, el conquistador lloraría en la brumosa Noche Triste (1520), cuando los guerreros aztecas acabaron con la mitad del ejército español y la caída de Tenochtitlán parecía imposible. Cortés se replegaría en Tlaxcala y volvería a atacar la capital azteca hasta sitiarla.
Esa noche decisiva, de alianzas bajo las ramas del centenario ahuehuete, quedarían grabadas en el conquistador quien trajo a la península ibérica varios ejemplares del árbol para no olvidar esa fecha.
En los jardines del Palacio de Aranjuez, cerca de Madrid, se conservan varios sabinos (como también se le llama a los ahuhuetes), pero el más antiguo es el del Retiro.
Felipe IV solía mirarlo mientras evocaba las batallas de Cortés en América.
El árbol, con forma de candelabro (tiene más de diez troncos que salen de su base), creció delante de los bailes de la corte (hoy Casón del Buen Retiro) hasta que llegaron los cañonazos de la invasión napoleónica a comienzos del siglo XVIII.
Sobreviviente de dos guerras
Napoleón puso en el trono español a José Bonaparte, su hermano, en medio de las protestas populares.
A pesar de que el árbol es muy longevo no deja de sorprender que haya sobrevivido a tantos cambios, además que ha tenido que adaptarse a las condiciones climáticas de Madrid, muy diferentes a las de Centroamérica
Santiago Soria, área Zonas Verdes del Ayuntamiento de Madrid.
"El ahuehuete de El Retiro sirvió de refugio a las tropas francesas. El árbol no fue talado como ocurrió con otros ejemplares porque las tropas aprovecharon la forma de los troncos para apoyar una pieza de artillería", explica Emilia Bueno, del área de educación ambiental del parque.
Desde allí el ejército francés dispararía contra la ciudad y especialmente contra el Palacio del Buen Retiro, agujereado por los proyectiles y las explosiones.
De aquella obra de Felipe IV no queda nada, salvo el parque reducido a la mitad de su original y el ahuehuete, el testigo más antiguo.
En el siglo XX, la Guerra Civil española llegaría a Madrid con frío y hambruna.
Poemas y sellos
La mayoría de árboles fueron talados para calentar a una ciudad sitiada por las tropas de Franco. El ahuehuete no sólo sobrevivió a la necesidad sino a las bombas que caían desde los aviones.
"A pesar de que el árbol es muy longevo no deja de sorprender que haya sobrevivido a tantos cambios, además que ha tenido que adaptarse a las condiciones climáticas de Madrid, muy diferentes a las de Centroamérica", comenta Santiago Soria, del área de Zonas Verdes y Arbolado del Ayuntamiento de Madrid.
El milenario Tule, en Oaxaca (México), con más de 40 metros de diámetro, considerado el árbol más grueso del mundo, es quizás el ahuehuete más famoso. Sin embargo, a su hermano madrileño se le han escrito poemas o dedicado sellos como patrimonio de la ciudad.
Debajo de sus ramas, los turistas mexicanos que lo descubren lo miran de arriba a abajo y luego sonríen, como si hubiesen encontrado a alguien de la familia.
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