Project Syndicate, 2010-10-05 Wayne Hall
BRISBANE – ¿Qué pasará si los californianos votan el próximo noviembre para legalizar el consumo de marihuana por parte de un adulto mayor de 21 años? Dejemos de lado por el momento las polémicas cuestiones constitucionales que se plantearán si un estado norteamericano implementa legislación que entra en conflicto con la ley federal. Concentrémonos más bien en lo que puede suceder si la ley cambia como propone el referendo.
Si hemos de creerles a quienes respaldan el referendo, todos los californianos saldrán ganando. El cambio legitimará el estatus legal de facto de la marihuana desde la sanción de la Propuesta 215 en 1996. Por lo tanto reducirá el gasto del estado en hacer cumplir una ley ampliamente violada; eliminará el cultivo de marihuana y la venta del mercado negro; permitirá que todo adulto que desee usar marihuana así lo haga, e introducirá un impuesto a las ventas legales de marihuana que llenará las arcas del estado con ingresos que anteriormente iban a parar a manos de los cultivadores ilegales (siempre que no haya una evasión impositiva a gran escala).
Por el contrario, los opositores predicen que el cambio incrementará los índices de consumo de marihuana y, por ende, aumentará el daño que produce ese consumo. Entre las consecuencias adversas que mayor preocupación generan están una mayor cantidad de accidentes y muertes de tránsito vinculadas a la marihuana; más psicosis y otros problemas graves de salud mental entre los consumidores asiduos; y un mayor uso de marihuana entre los jóvenes, que afectaría negativamente sus posibilidades de vida. Estos efectos, sostienen, superarán por demás cualquier rédito a partir del ingreso impositivo y el dinero que se ahorra por no tener que dedicar recursos a hacer cumplir la ley.
Es difícil saber quién tiene razón, porque ningún otro país ha adoptado esta política. En general se cree que Holanda ha legalizado el uso de cannabis según estas pautas, pero en realidad lo que hizo fue tolerar sólo ventas minoristas de marihuana en pequeña escala y en una cantidad limitada de bares en sus ciudades más grandes. El cultivo de la marihuana sigue siendo ilegal y las ventas en los bares están reguladas –de manera más estricta en los últimos años en respuesta a quejas de los países vecinos por un “turismo de la droga”.
Sin embargo, se pueden hacer algunas predicciones generales. Primero, tolerar abiertamente un mercado de una materia prima anteriormente ilegal expandirá la cantidad de usuarios, especialmente si el precio minorista es inferior al del mercado negro (como se propone en el Proyecto de Ley Ammiano, actualmente ante la legislatura de California). El consumo puede no aumentar de inmediato, pero lo hará con el tiempo, porque se podrá acceder más libremente a la marihuana, será más barata (para desalentar la persistencia de un mercado negro) y su consumo implícitamente estará condonado.
La experiencia con el alcohol sugiere que la marihuana estará al alcance de los menores de edad (como sucede actualmente), más allá de la edad mínima legal. En consecuencia, una marihuana más barata de acceso legal probablemente implique un mayor consumo por parte de más jóvenes, y posiblemente un mayor uso diario más adelante en la adultez. En general, cuanta más gente consuma una droga, mayor la cantidad de usuarios problemáticos que habrá (en la presunción razonable de que los consumidores problemáticos componen una proporción fija de todos los usuarios).
Si las estimaciones actuales son correctas, aproximadamente el 10% de los usuarios (y uno de cada seis que comienzan en la adolescencia) puede volverse dependiente de la marihuana –es decir, encontrar difícil controlar o discontinuar su consumo-. Una minoría de estos consumidores problemáticos buscará ayuda profesional para dejar el hábito.
Los consumidores dependientes de la marihuana tienen más probabilidades de experimentar accidentes de tránsito y laborales (si conducen o trabajan mientras están intoxicados), más trastornos respiratorios (si fuman marihuana); exacerbaciones de algunos desórdenes mentales serios, y un desempeño escolar y laboral deficiente.
No se sabe con certeza hasta dónde se pueden mitigar estos efectos adversos mediante medidas preventivas como implementar programas de control de consumo de drogas en las calles, persuadir a los consumidores de que utilicen vaporizadores en lugar de fumar cigarros, desalentar a los jóvenes del consumo de marihuana y alentar un tratamiento temprano en el caso de consumidores problemáticos. La experiencia con el alcohol sugiere que estas estrategias pueden reducir modestamente, pero no eliminar, los perjuicios asociados con el consumo, especialmente si se les permite a los vendedores promover sus productos.
De hecho, la escala de cualquier incremento en el consumo de marihuana dependerá fundamentalmente de cuán reguladas sean las ventas de marihuana –cuántos cultivadores con licencia haya, la cantidad de lugares de venta, sus ubicaciones y horas de comercialización, los requisitos de elegibilidad para el consumo, el contenido de THC (el ingrediente psicoactivo de la marihuana) y cuánta promoción y publicidad se permita. Si se autorizara a comercializar la marihuana como hoy se comercializa el alcohol, podríamos esperar más consumidores problemáticos que si se la regulara más como una droga farmacéutica (digamos, exigiendo una licencia a los usuarios; restringiendo la cantidad de puestos de venta, las horas de venta y los cultivadores licenciados; e imponiendo gravámenes elevados a la marihuana con un mayor contenido de THC).
Lograr el equilibrio adecuado representará un importante desafío en materia política. Mayores restricciones ofrecerán incentivos para que continúen trabajando los operadores ilegales, mientras que una regulación menos restrictiva desalentaría el mercado negro, pero a costa de aumentar la cantidad de usuarios y de consumidores problemáticos.
La política para la marihuana implica una elección entre los males de las actuales políticas represivas y los males de un mayor consumo en un mercado legal. Los californianos tendrán que decidir qué peso le dan al respeto por la libertad adulta, la protección de los menores, la eliminación de un mercado negro de gran escala, las consideraciones fiscales y la protección de la salud de los consumidores de marihuana. Si votan por la legalización, probablemente pasen 20 años o más antes de que alguien pueda decir si, en conjunto, decidieron sabiamente.
Wayne Hall es miembro del Consejo Nacional de Salud e Investigación Médica de la Universidad del Centro Queensland para la Investigación Clínica, Brisbane, Australia. Copyright: Project Syndicate, 2010.
www.project-syndicate.org
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