Victoria Gill
BBC 3 sep 2012
Parece un juego de una feria de diversiones: una niña y un títere están jugando a pescar unos cubos miniatura llenos de moneditas. No obstante, se trata de un experimento psicológico.
Su meta es medir un concepto humano muy complejo: la justicia.
El juego es así: el títere (con la ayuda de un titiritero adulto) y el participante de tres años de edad acumulan los pequeños cubos. Luego, el equipo niña/títere recibe premios, uno por cada moneda que recolectaron.
Es entonces cuando el niño debe decidir cómo compartir su premio con su socio, el títere.
Este simple juego reveló que, a la edad de tres años, los niños escogen premiar a sus pares de acuerdo al mérito.
Los niños le dieron a los títeres más premios si se habían "esforzado más" en recolectar monedas.
Los resultados asombraron a Patricia Kanngiesser de la Universidad de Bristol, Inglaterra, la directora del estudio, que fue publicado la semana pasada en la revista PLoS One.
"Nos sorprendió encontrar esta conducta tan sofisticada presente en chicos de tres años de edad. Estudios previos indicaban que los niños no empiezan realmente a compartir según el mérito hasta que tienen seis años o más", dijo Kanngiesser.
Usar títeres hizo posible que los investigadores pudieran llevar a cabo un experimento controlado pero en el que en todo caso se revelara precisamente cómo los niños se comportarían con sus coetáneos en la vida real.
Justicia innata
Si niños pequeños con muy poca experiencia social entregaron más premios a un compañero que los merecía, ¿significa que los humanos están hechos para ser justos con los demás?
¿Cuán distintos somos de nuestros primos primates?
Muchos científicos pensaban que los chimpancés comparten basándose en el mérito. Pero un estudio publicado en la revista Science en 2007 muestra que los chimpancés aceptan cualquier premio, sin importar si es justo o no.
Mientras que los niños parecen dispuestos a compartir con nuevos amigos, los otros primates parecen limitar su altruismo a la familia y amigos.
No obstante, un reciente estudio publicado en PNAS reveló que los capuchinos y los callithrix están entre los primates más generosos, a menudo ofreciéndole comida incluso a miembros de otros grupos.
Lo que sí parece diferenciar a los humanos de los primates es la capacidad de ser rencorosos. Un estudio publicado en PNAS en 2007 encontró que los chimpancés, a diferencia de los humanos, no se vengan de quienes los han herido.
Establecer si el concepto de justicia es aprendido o innato es "la cuestión más difícil de todas", para el coautor de este estudio, el profesor Felix Warneken de la Universidad de Harvard, EE.UU., quien ha estado estudiando la conducta cooperativa en niños y chimpancés durante casi una década.
"Lo único que podemos hacer es descartar posibilidades con nuestros experimentos", explica. "Podemos descartar que requiere de educación formal o un razonamiento sofisticado sobre incentivos".
"(La justicia) es algo que emerge en las más tempranas actividades de los niños con sus pares", señala su colega, Kanngiesser, y asegura que "hay una predisposición natural en los humanos" a tratar a los otros justamente.
"Parece ser intuitivo", dice la experta. "Hay gente que ha observado que incluso a los 18 meses de edad, los niños tienen expectativas respecto a cómo se deben compartir las cosas de una manera justa".
Y hay razones lógicas y humanas para que exista una tendencia hacia la equidad, dado que es indispensable para mantener relaciones estables, señala la especialista en conducta social en primates Susanne Shultz, de la Universidad de Manchester, Inglaterra.
Este estudio y otros similares, señala, demuestran que "la cooperación y justicia son aspectos fundamentales de la conducta humana. Pero éste además replantea a la inteligencia social en términos de cooperación más que de decepción".
La decepción
El engaño ha jugado un papel muy importante en los estudios científicos sobre justicia.
Mientras que este experimento le pedía a los niños que compartieran sus premios con un compañero tras completar una tarea juntos, muchos estudios se enfocan en si los humanos y otros primates engañan o castigan a quienes les ha tratado injustamente.
Un ejemplo clásico es el juego del ultimátum.
Un participante tiene que hacer una oferta para compartir algo de valor -como dinero- con el otro.
Su compañero tiene la oportunidad de aceptarla o rechazarla. Es entonces cuando llega el castigo.
Si la oferta es rechazada porque parece injusta, nadie recibe nada.
"Este nuevo estudio es un cambio bienvenido pues no examina a la inteligencia social desde una perspectiva puramente maquiavélica", opina Shultz.
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