Greenpeace explicó que los criterios del gobierno mexicano para medir la deforestación corresponden al informe nacional que entregó la Comisión Nacional Forestal (Conafor) a la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) para su Evaluación de los Recursos Forestales Mundiales 2010. En este informe se afirma que en el año 2007 se tenía una cobertura de 65 millones 267 mil hectáreas de bosques. Esto significa que entre 1990 y 2007 se perdieron 3 millones 749 mil hectáreas a un ritmo de 288 mil hectáreas anuales. Sin embargo, en el mismo reporte se estima que entre 2005 y 2010 únicamente se perdieron 155 mil hectáreas de bosques por año. Es decir, de acuerdo con el informe, se muestra una marcada tendencia a la baja en la pérdida de los bosques de nuestro país.
Datos del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), indican que cada año México pierde 290 mil 693 hectáreas de bosques de coníferas; 95 mil 096 hectáreas de bosques de encino, y 93 mil 133 hectáreas de selvas perennifolias. Es decir, cada año se deforestan 478 mil 922 hectáreas de bosques y selvas. Así mismo, estudios de la UNAM, publicados por la Conabio reportan que la tasa de deforestación en nuestro país es de alrededor de 484 mil hectáreas anuales. Ambas instituciones reportan una tasa de deforestación más de tres veces mayor que la que el gobierno mexicano reportó a la FAO. Cabe destacar que desde 2005, México se encuentra entre los cinco países que pierden más rápido sus bosques y selvas.
Con estos datos de una “supuesta” reducción de la deforestación en el país, el gobierno mexicano está promoviendo su imagen internacional como nación que combate la deforestación y al cambio climático, pero en la realidad no está explicando cuáles son los motivos de la pérdida de bosques en México. No se ofrecen detalles sobre los distintos tipos de ecosistemas existentes, cuál es el estado en el que se encuentran, ni cuáles son los lugares donde se está deforestando y cuáles son sus causas.
En los parámetros para llevar a cabo la Evaluación de los Recursos Forestales Mundiales, la FAO define los bosques como: tierras que se extienden por más de 0,5 hectáreas dotadas de árboles de una altura superior a 5 m y una cubierta de dosel superior al 10 por ciento, o de árboles capaces de alcanzar esta altura in situ. No incluye la tierra sometida a un uso predominantemente agrícola o urbano.
Esta definición incluye únicamente zonas arboladas por lo que deja fuera a ecosistemas sumamente importantes de nuestro país como los matorrales que cubren el 26.2 por ciento del territorio nacional, chaparrales, mezquitales, la vegetación de humedales como popal y tular, y la de dunas costeras. Todos estos son ecosistemas de gran relevancia debido a la alta diversidad biológica que albergan pero como son característicos de nuestro país, una definición global de bosque no necesariamente los incluye.
De acuerdo con la definición de la FAO, zonas del Parque Nacional Lagunas de Zempoala, por ejemplo, que han sido arrasadas por talamontes, no son consideradas como deforestación porque tienen el potencial de desarrollar arbolado que cumple con los estándares de la definición de bosques del organismo internacional. Aunque en esta zona se talaron completamente 408 hectáreas entre 2005 y 2007, en el reporte entregado a la FAO se siguen registrando como bosque, y ni siquiera se consideran como bosque degradado.
Es esencial conocer no sólo cuántos bosques tenemos sino el estado en el que se encuentran. Por ejemplo, de acuerdo con las investigaciones de la UNAM, en el año 2002, sólo el 67 por ciento de la superficie cubierta por selvas húmedas estaba constituido por zonas continuas de más de 80 kilómetros cuadrados, la mayor parte de las cuales era vegetación secundaria. Es decir, buena parte de este tipo de vegetación se encontraba en zonas fragmentadas y la mayoría estaba degradada. Más aún, para ese año las selvas húmedas primarias, es decir bien conservadas, ocupaban una superficie equivalente a sólo 15.7 por ciento de su probable extensión original y los terrenos agrícolas y pecuarios en estas zonas habían aumentado hasta alcanzar 10 millones de hectáreas.
Greenpeace hace un llamado urgente al gobierno federal para establecer un sistema de monitoreo confiable y transparente que nos permita entender qué pasa con nuestros bosques y planear una estrategia para detener su pérdida. Para esto, se requiere que la Conafor se ponga de acuerdo con instituciones gubernamentales y académicas, como el INEGI, el Instituto Nacional de Ecología, la Conabio, el Instituto de Geografía y el Centro de Investigaciones en Geografía Ambiental de la UNAM, entre otras, para desarrollar un sistema que sí nos sea de utilidad.
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